Hace unos minutos me acabo de enterar del fallecimiento, en Madrid, de Pepe Jiménez Villarejo. Es probable que para algunos de los habituales de este foro, sobre todo los más jóvenes, ese nombre no sea más que la referencia familiar, más o menos cercana, de un apellido notable del mundo del Derecho que por distintos motivos y desde distintas perspectivas ha dejado una profunda huella en la carrera fiscal. Yo tuve la suerte de conocer a Pepe -tanto a él como a su esposa, Trini, a la que envío desde aquí el abrazo que me hubiera gustado darle en persona hoy- precisamente a través de los congresos de la UPF, a los que se mantuvo asiduo hasta hace muy pocos años, e incluso disfruté del privilegio impagable de poder trabajar con él cuando, ya jubilado, fue nombrado en 2005 presidente del grupo de trabajo encargado de redactar el borrador de reforma del Código Penal que, tras muchos avatares, acabaría convirtiéndose en L.O. 5/2010. Pese a los muchos años de diferencia, y a que obviamente no podíamos coincidir en todo, hablábamos mucho, muchísimo, y siempre he pensado que de mayor -o sea, ya- me gustaría ser como él. Cuando ascendí a Fiscal de Sala lo llamé para que fuera mi padrino. Se puso al teléfono y me dijo, impasible: «sabes que me encantaría, pero estoy en la cama y me estoy muriendo». Afortunadamente para todos, entonces se equivocó. Pero hoy ha cerrado su intachable hoja de servicios dejando un hueco que me parece que no va a ser fácil de llenar en el difícil batallón de los juristas valientes que se han llevado más de un golpe duro por creer de verdad en la democracia, en la tolerancia y en el progreso de este país. En este momento no me resulta fácil decir algo más preciso ni más atinado; como mucho alcanzo a suscribir las palabras y adherirme al sentimiento con que lo despide en el diario El País su hermano Carlos (que también fue mi jefe -dos veces-, y a quien también debo mucho de lo que sé y lo que soy profesionalmente). Habrá sin duda -debería haberla, si este país y esta asociación aún son capaces de reconocer el valor de la excelencia- tiempo y ocasión para recordar a Pepe. Por ahora sólo quería anticipar, con la inevitable emoción precipitada por una noticia muy triste todavía no digerida, una palabra de recuerdo para él y el recuerdo para todos de un compromiso: el que tenemos con esos mismos valores que él defendió con la caballerosidad, la dignidad, la humildad y la decisión que marcaron su vida. Hagámonos un favor: no lo olvidemos.
Pedro Crespo.