
Se nos hace muy difícil hablar en pasado de quien sigue transitando por nuestro presente, despedir a quien nunca te abandonaba, darle protagonismo a la discreción. Pero nuestro amigo y compañero Luis era demasiado grande como para no dedicarle, a su pesar, unas palabras de amor y admiración.
Era generoso sin ser complaciente. Practicaba la humildad no como ejercicio o ensayo, sino como pauta de vida. Era valiente sin incurrir en temeridades, y no por falta de arrojo, sino por el profundo respeto que le tenía a su trabajo. Tenía una concepción del servicio público en la que no se fustiga al débil, donde se camina sin los pasos aprendidos, en la que la ley es solo un instrumento y la justicia una conquista del día a día.
Siempre te escuchaba y buscaba el tiempo que no tenía si lo necesitabas. Era profundamente agradecido sin hacer ningún alarde de ello. Carecía de vocación de maestro, pero cerca de él aprendías a cincelarte por dentro. No dejó nunca de posicionarse.
Decía Amos Oz que estamos obligados a elegir casi a cada instante entre generosidad o perversidad. Él siempre eligió ser generoso y nosotros por ello lo vamos a echar muchísimo de menos.
Séate la tierra ligera, Luis.
Tu UPF, que no te olvidará.