A Salvador no le gustaría que escribiera sobre él. Era un hombre tímido, tal vez un poco inseguro de sus verdaderas capacidades. Creo que no valoraba sus muchos conocimientos, como si fuera portador natural de los mismos, y no hubiera de reconocerse un mérito en cuya adquisición no tuvo ninguna intervención. Esta actitud, de una humildad poco habitual, le granjeó el reconocimiento de sus amigos y compañeros, pero también privó a muchos de conocerlo. En más de una ocasión le ofrecí la posibilidad de participar en cursos, mesas redondas sobre nuevas tecnologías y él me respondía que no, que seguro que había algún otro compañero que lo podría hacer mejor que él. Era imposible, aprendimos de él y de Felipe Bermejo, los dos grandes espadas de la Fiscalía de Menores en materia de avances tecnológicos. En temas jurídicos nos sorprendía a los compañeros cuando, con ocasión de alguna vista, leíamos sus dictámenes o calificaciones, siempre minuciosas, con lenguaje respetuoso, depositarias de un profundo conocimiento.
Pero Salvador no querría que contara esto de él. Si estuviera aquí, con ese espíritu sosegado pero reivindicativo, me diría que hablara de lo que lo mató. Porque él se refería a la Ciudad de la Justicia así, como el lugar donde se inició su muerte. Estaba convencido de que estar trabajando en un despacho sin luz natural, sin ventilación, un especio compartido, gris, en el que no se tenía posibilidad de sentir ni un rayo de luz, ni el roce del aire, era un lugar para esperar a la muerte, pues nada más podía llegar a ese rincón. Su despacho era, es, una profunda pecera, acristalada en dos lados, con pasillos en ambos, donde si no se quiere ser molestado han de bajarse las persinas, lo que motiva no solo un mayor aislamiento, sino la más completa oscuridad. Buscó, hasta encontrar, un flexo que le diera una luz adecuada, porque la Generalitat no facilita flexos, ni siquiera en esos despachos, como si la solicitud se tratara de un lujo innecesario. Son despachos tan secos que hay temporadas en que han tenido que poner humificadores, alguna compañera ha estado de baja por queratitis y son numerosos los casos de conjuntivitis.
Salvador me dijo que no volvería a su despacho. Me hizo prometer que si se recuperaba le buscaría otro sitio, donde fuera, pero allí, no. Yo se lo prometí, con la vana ilusión de que podría cumplir mi promesa. Le dije que si, con la conciencia de que de alguna manera tendríamos que compensar el maravilloso tiempo que perdimos, que perdió, mientras asociábamos sus síntomas a otras enfermedades. Mareos, desmayos, dolor de cabeza, pérdida del ánimo. Se fueron añadiendo y superponiendo síntomas, hasta que llegó el diagnóstico: un tumor cerebral. Después de la operación, mencionar la Ciudad de la Justicia le intranquilizaba, le producía la sensación de nausea que causa un mal recuerdo. De alguna manera, su cuerpo detectó el origen de su mal y él ya no pudo parar de decirlo.
Salvador Canet fue Fiscal de Menores en la Fiscalía Provincial de Valencia. Miembro de la UPF, de cuota y de cariño, por convicción progresista y humana, con el deseo de participar en cambios y reformas, luchador comedido y comprometido.
Gema García
Fiscal Decana de Menores de Valencia.
Un comentario
Hola Gema:
No conocia personalmente a Salvador, simplemente compartiamos a traves de un grupo de facebook esa pasión que tenemos algunos por el rock sinfónico o progresivo como se denomina ahora. Cuando nos comunicó su lucha,lo poco que pudimos hacer fue darle muchos ánimos recibiendo multitud de mensajes de aquellos que cuando podemos pasamos un rato a ver que dice y comentar lo nuevo y lo viejo de nuestra música. Se que lo valoró y fue un estímulo anímico, aunque el destino fue irremediable y muchos sin conocerlo personalmente nos sentimos muy entristecidos al conocer el desenlace. Vistos tus comentarios, su edad la familia y su labor en la protección de menores la perdida a todos los niveles es evidente incalculable. Gracias por hacernos conocer un poco más a Salvador aunque no pudieramos conocerlo y tomar una cerveza con el. Le recordaremos sin duda.