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Me dispongo a escribir una letras en recuerdo de nuestro querido compañero Serafín, que el fin de semana pasado nos ha dejado definitivamente. No es fácil resumir en pocas palabras los recuerdos que se agolpan sobre él, pero todos, especialmente desde la UPF lo recordaremos y nombraremos irremediablemente en los futuros Congresos –igual que lo hemos hecho en los anteriores a los que ya no asistió- por su cabal conocimiento de los Estatutos y por su continua exigencia de que se cumplieran las normas para su válida constitución, y por cómo en cada momento sabía a qué artículo había que acudir para determinar si había “quórum” ó si había de exigirse tal ó cual mayoría. ¿No os parece estar viéndolo levantar la mano para reclamar la presencia de los que estaban en los pasillos ó enarbolar los Estatutos  para echar por tierra cualquier propuesta que no se ajustara minimamente e ellos?.

Sin olvidar su valiosa e insustituible intervención e impulso, en la elaboración y redacción del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal, y en los comienzos de la andadura del Consejo Fiscal, del que fue miembro elegido democráticamente por los compañeros. En todas esas tareas dejó su impronta, siempre razonable, claramente progresista y fiel a su compromiso con el Estado social y democrático de Derecho.

Son mínimos detalles indicativos de su trabajo continuo, de la seriedad con la que afrontaba cualquier tarea, profesional ó asociativa, de su compromiso con aquello en lo que creía y de su incansable lucha por llevar a la práctica lo que creía justo.

Son tantos aspectos en los que podríamos fijarnos que no acabaríamos de hablar de él: en estos días son muchas las personas que lo han recordado: Funcionarios de los Juzgados, Abogados, Profesionales de todo tipo con los que trabajó y todos resaltan la misma idea: el trabajo bien hecho, su compromiso social y el recuerdo imborrable que nos queda de él.

Ha sabido dejarnos a todos los que coincidimos con él ese buen recuerdo de una persona exigente en su trabajo, serio y eficaz, pero a la vez con una simpatía arrolladora –especialmente con las mujeres que éramos su “debilidad”-, y prueba de ello es que tanto se le nombra que muchos compañeros que no han llegado a conocerle personalmente lo citan y aprecian como si lo conocieran. No puede decirse lo mismo de muchas personas.  Por eso mismo es más difícil creer que ya no nos acompaña. Nos quedamos con el convencimiento de que no nos ha dejado del todo pues sus recuerdos y enseñanzas siempre nos acompañarán, tanto a los que tuvimos la suerte de disfrutar de su presencia y de su eficaz ayuda como a los que sin haber llegado a conocerlo siguen teniéndolo como un gran Fiscal y una gran persona.

Hasta siempre, Serafín.

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